Investigadores estadounidenses han descubierto un nuevo método de controlar y detectar cambios en la tensión en las fallas geológicas de la profundidad de la Tierra. El hallazgo, que se publica ahora en Nature, permitiría predecir los terremotos al localizar con exactitud las fallas que podrían fracturarse y provocar terremotos.
Científicos del Instituto Carnegie, de la Universidad de Rice, y de la Universidad de California en Berkeley, todas en EEUU, han estudiado durante 20 años la zona de la Falla de San Andrés, cerca de Parkfield, también llamada la ‘capital mundial del terremoto’ para detectar con sismómetros de alta sensibilidad los cambios sutiles en las ondas sísmicas. Según los investigadores, los cambios en las ondas indican un debilitamiento de la falla y corresponden a períodos de mayor actividad microsísmica a lo largo de la falla.
“La tensión de las fallas es una propiedad fundamental de las zonas sísmicas, y laa fractura de la falla, ya sea por el aumento de los esfuerzos o por el debilitamiento de la falla, provoca los terremotos. Los cambios en la tensión de estas fallas son mucho más difíciles de medir que los cambios en los esfuerzos, especialmente en el caso de las fallas más profundas de la corteza terrestre”, ha explicado Taka’aki Taira, uno de los autores del estudio que se publica en Nature y, en la actualidad, investigador en la Universidad de California en Berkeley (EEUU).
“El resultado de la investigación abre un abanico de posibilidades apasionantes para controlar el riesgo sísmico y comprender las causas de los terremotos”, ha añadido Taira, que hasta ahora ha trabajado en el Departamento de Magnetismo Terrestre del Instituto Carnegie para la elaboración de este estudio junto al sismólogo Paul G. Silver, fallecido este verano en un accidente de tráfico.
Un área de gran actividad sísmica
La zona de estudio alberga la Red Sísmica de Alta Resolución, un laboratorio natural para el estudio de la física de los terremotos que comprende una serie de sismómetros de pozo y otros instrumentos geofísicos sofisticados, debido a los numerosos y repetidos microsismos que experimenta la zona.
Según los científicos, los sismogramas de los microsismos demostraron que en la zona de las fallas había fracturas que presentaban fluidos, pero lo que captó su atención fue que, de vez en cuando, estas zonas se deslizaban ligeramente. Los continuos terremotos también se hicieron cada vez más pequeños y más frecuentes durante estos períodos, un indicio del debilitamiento de la falla.
“El movimiento de fluidos en estas fracturas lubrica la zona de la falla y de ese modo la debilita”, ha declarado Fenglin Niu, otro de los autores e investigador en la Universidad de Rice (EEUU). “El desplazamiento total de los fluidos es de sólo unos 10 metros a una profundidad de cerca de tres kilómetros, por eso se necesitan sismómetros muy precisos, como los que tenemos en Parkfield, para detectar los cambios”, ha apuntado Niu.
Los investigadores advirtieron en dos ocasiones que el movimiento de los fluidos pudo causarse por los cambios que se produjeron después de que se propagaran las ondas sísmicas de grandes y lejanos terremotos, como el de Sumatra-Andaman en 2004, a la zona de la falla. La presión de estas ondas habría sido suficiente para causar el desplazamiento de fluidos. “Así que es posible que los eventos sísmicos del otro lado del mundo influyan en la tensión de las fallas y el riesgo sísmico”, ha señalado Niu.
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